Mina el edén, zacatecas
Es un centro turístico ideal para todas las edades, con puentes colgantes, un tren de acceso, lugares para comer y hasta una discoteca subterránea.
Esta mina abrió sus puertas al público a inicios de 1975, cuando fue acondicionada para recibir a turistas.
El recorrido empieza con un paseo a las profundidades, hacia el socavón La Esperanza.
A esta altura se toma el tren que avanza más de medio kilómetro hasta el museo y las tiendas de rocas y artesanías. Ahí se pueden observar los diversos minerales y piedras semipreciosas que se han encontrado en la región y en muchos rincones del planeta.
Para brindar una mejor experiencia, los túneles de la mina se conectan con puentes colgantes y cuentan con luces de colores, lo que crea un espectáculo asombroso, en especial en El Malacate, discoteca considerada entre las diez más originales del mundo.
Al salir lo mejor es tomar el elevador del socavón El Grillo, donde está el teleférico que lleva hasta el Cerro de La Bufa, con las vistas más bellas de la ciudad.
EL RECORRIDO y LA LEY ENDA, Mina el edén zacatecas
La aventura comienza en un tren que atraviesa el largo socavón de La Esperanza. Después, en la penumbra y el frío del subsuelo, comienza el recorrido a pie que, en total, tiene una longitud de más de 400 metros.
Una de las primeras paradas es famoso Museo de las Rocas y Minerales. En otros puntos los visitantes pasan casi hombro con hombro con varias figuras a tamaño natural de mineros en plena jornada de trabajo.
En algunos de los túneles existen puentes colgantes que conducen a pasadizos donde todavía es posible ver el brillo que despiden los metales que no alcanzaron a ser extraídos. Uno de estos pasadizos lleva a un altar dedicado al Santo Niño de Atocha, a quien los mineros siguen encomendándose.
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Uno de los momentos más memorables del recorrido, es la narración de la leyenda del minero Roque.
Según lo narra Daniel Jara, guía de la mina, Roque era un trabajador muy conflictivo y ambicioso. Un día se encontró una gran roca de plata y para no compartirla, la escondió para recogerla al final de la jornada. Cuando fue a buscar su tesoro no pudo encontrarlo y desesperado comenzó a blasfemar. Entonces, como castigo divino, hubo un derrumbe que lo sepultó; su cuerpo nunca fue recuperado.