Catedral de Texcoco
La Catedral de Texcoco, dedicada a la Inmaculada Concepción de María, se ubica en el otrora conjunto conventual que los franciscanos levantaron en la villa de Texcoco, hacia el siglo XVI.
Este es uno de los primeros conjuntos convenutales que la orden franciscana levantara en tierras del nuevo mundo, para llevar a cabo el proceso de evangelización.
Historia de Catedral de Texcoco
Antes de la llegada de los españoles, Texcoco fue capital del reino de Acolhuacan, una de las naciones más poderosas del Anáhuac y residencia de los monarcas de los que se conocen catorce, distinguiéndose entre ellos Netzahualcóyotl, filósofo y poeta (1431-1472), que tuvo primero por capital a Tenayuca y luego a Texcoco.
La ciudad se hallaba dividida en treinta barrios, y cada uno estaba destinado a un oficio o industria específica.
El señorío había sido fundado en Texcoco a fines del siglo XIII por Quinatzin hijo del rey Chichimeca Tlotzin, que abrió sus Estados a los inmigrantes nahuas, contribuyendo así a engrandecer aquellos.
Le sucedió Techotlalatzin que peleó con los tepanecas aliados con los demás pueblos del Anáhuac y extendió considerablemente sus posesiones.
Su hijo Ixtlixochitl Ometoxtli fue derrotado y muerto por los tepanecas; pero el hijo de este Netzahualcóytl recobró el trono, le sucedió Netzahualpilli y luego Cacamatzin, que como sus dos predecesores fue aliado de los mexicas hasta la conquista.
Ixtlixochitl último rey fue en cambio fiel aliado de Cortés quien encontró el país presa de las discordias internas y se valió de aquella alianza para hacer de Texcoco su base de operaciones donde botó sus bergantines para la conquista de México.
El mismo Cortés residió en esta ciudad en una de las ocasiones en que se hallaba en conflicto con su rey español
Fray Jerónimo de Mendieta, en una de sus crónicas nos refiere que para dar inicio a la evangelización después de la Conquista se dieron a la tarea de “derrocar y quemar los templos, y no parar hasta tenerlos todos echados por tierra, y los ídolos juntamente con ellos destruidos y asolados, aunque por ello se pusiesen en peligro de muerte, Cumpliéronlo así, comenzando a ponerlo por obra en Tezcuco, donde eran los templos muy hermosos y torreados, y esto fue el año de mil quinientos y veinte y cinco, el primer día del año”.
La dispersión de los misioneros por el territorio de la Nueva España estuvo impulsada por el afán de abatir al paganismo en sus centros más importantes.
Para este fin, lo mismo que para organizar mejor el trabajo apostólico, fueron a instalarse los religiosos en los más importantes lugares de culto idolátrico, o de gobierno.
Es el caso de Tezcoco, Tlaxcala, Huejotzingo, Cholula, Tula, Huexotla. Había en estos centros de culto y política uno o varios teocallis, que, como era normal en la vieja religión, se hallaban colocados en lo alto de una construcción piramidal.
Nada más oportuno pareció al misionero construir con las mismas piedras que formaban los basamentos piramidales (una vez demolidos éstos), su convento y su iglesia.
Las dos primeras escuelas que hubo en México fueron fundadas por franciscanos y hay que recalcarlo, éstas son también las primeras escuelas del Nuevo Mundo.
La primera fue la fundada en Texcoco por Fray Pedro de Gante el año 1523, antes de la llegada de Los Doce y la segunda, la de San José de los Naturales en el convento de San Francisco en el centro de la Ciudad de México.
Fray Pedro de Gante nació por el año 1480, sin duda en Ayghem-Saint-Pierre, cerca de la ciudad de Gante (Bélgica).
Llegó a México en 1523 y aquí vivió hasta su muerte el año 1577, en edad bien avanzada, sin haber regresado jamás a Europa, prodigando su acción apostólica en los campos más diferentes, y enseñando a leer y escribir a numerosas generaciones de indios.
Es importante señalar que los religiosos no podían pasar por alto la educación de las niñas.
Dice Robert Ricard que: “Reunidas durante los primeros años, en los atrios como los niños, aprendían con ellos la doctrina, aunque en grupos separados, y cuando ellos se quedaban para el aprendizaje de artes, oficios, lectura y escritura, las niñas se retiraban a sus casas”.
Fray Juan de Zumárraga consideró que aquello era muy poco para formarles el corazón y el carácter. Además era necesario preservar su virginidad.
Para esto, de acuerdo Zumárraga con los franciscanos, fundaron lo que se puede llamar Colegio de Texcoco, en 1529. Al respecto de esta escuela el Padre Mariano Cuevas en su “Historia de la Iglesia en México” dice: “En la ciudad de Texcoco, está una casa muy principal con gran cerca, y en ésta hay mucha cantidad de mujeres doncellas y viudas, hijas de señores y personas principales, que aunque no son monjas profesas, por ser como son indias, hay clausura, y allí tienen su iglesia muy buena, donde les dicen misa y les predican e informan de las cosas de nuestra fe católica. Tiénelas a cargo una matrona, mujer honrada de nuestra nación y de buen ejemplo”.
Los doce frailes llegados a México se repartieron en cuatro monasterios (México. Texcoco, Tlaxcala y Huejotzingo).
Y desde estos cuatro monasterios, se atendía el trabajo de Evangelización de toda la Nueva España.
Estos conventos se ubicabaron en los lugares mayormente poblados, además de que tuvieron que aprender la lengua de los indígenas que era diferente en cada región.
El Convento de Texcoco atendía las poblaciones de de Otumba, Tepepulco, Tulancingo, y otras.
Algunos frailes que habitaron el convento de San Antonio en Texcoco, fueron:
“Fray Toribio de Motolinia… volviendo después a esta Nueva España, y siendo guardián del Ciudad de Tezcuco, ovo una gran seca en toda la tierra, y los panes estaban muy bajos que no crecían por falta de agua, y quemados de los grandes soles Fray Juan de Ribas, Morando en el convento de Tezcuco, día de S.
Juan Baptista dijo misa con la mayor devoción que pudo.
Otro día siguiente, que fue a veinte y cinco de Junio del año mil y quinientos y sesenta y dos, dio el alma a su Criador, estando con todo su juicio, y alabando el santísimo nombre de Jesús puesto de rodillas en tierra, y de pechos sobre su cama.
Está sepultado en el mesmo convento de Tezcuco. Escribió algunos tratados en la lengua mexicana, y son: Doctrina cristiana o catecismo.
Sermones dominicales de todo el año”.
“Fray Miguel de Garrobillas. Certificó un gran siervo de Dios amigo de este varón santo, y que fue su prelado y lo confesó generalmente, que no había sentido de él en su confesión haber conocido mujer en su vida, ni sabido que cosa era.
Murió santamente en el Señor en edad decrépita de más de cien años, y está enterrado en el convento de Tezcuco”.(Crónicas de Fray Jerónimo de Mendieta)