Cultura azteca
El Imperio azteca o Triple Alianza (del náhuatl: Exkan Tlahtoloyan ‘Los tres lugares donde se dan órdenes’), llamado también Imperio mexica o con más precisión Imperio tenochca, fue una unidad política compleja y multiétnica que existió en el área central de Mesoamérica durante el Posclásico Tardío hasta la Conquista española.
Formalmente, estaba integrada por los dominios de la Triple Alianza (conformada por Texcoco, Tlacopan y México-Tenochtitlan), la cual se estableció a partir de las facciones victoriosas de una guerra civil que se libró entre la ciudad de Azcapotzalco y las antiguas provincias tributarias de la misma.
A pesar de la concepción inicial del imperio como una alianza de tres ciudades-estado autónomas, Tenochtitlan rápidamente se convirtió en dominante militarmente.
Fundación de México-Tenochtitlan. Primera página del códice Mendoza, donde se muestra la alegoría fundacional de México-Tenochtitlan en el año “2 Calli” (1325).
Cuando los conquistadores españoles llegaron en 1519, las tierras de la Alianza eran gobernadas efectivamente desde Tenochtitlan, mientras que los otros miembros de esta habían asumido roles subsidiarios, ya que, en los hechos, los mexicas ostentaban el poder central.
El culto imperial, específicamente, fue el de Huitzilopochtli, el dios patrono guerrero distintivo de los mexicas.
La fundación y posterior expansión de la Triple Alianza tuvo lugar en 1430, una vez fue derrotado Azcapotzalco, capital del Imperio Tepaneca, hasta entonces dominante en el valle de México (Santamarina 2006).
Azcapotzalco fue vencido por la alianza de mexicas, acolhuas y tlacopanecas, hasta entonces todos ellos vasallos suyos. A partir de entonces, los territorios del Imperio azteca se fueron ampliando hasta llegar a ocupar el centro de México, la zona central de Oaxaca, la costa del golfo de México, Guerrero y el Soconusco.
El fin del Imperio azteca ocurrió el 13 de agosto de 1521, cuando los españoles en alianza con los tlaxcaltecas y totonacas, entre otros pueblos indígenas derrotaron la resistencia mexica en Tenochtitlan y Tlatelolco.
Contexto histórico y geográfico, Cultura azteca
Diversos pueblos convivieron en la etapa final del desarrollo mesoamericano, conocido arqueológicamente como Posclásico tardío, que comprendió de los siglos XIII a XV.
En este tiempo la entidad política de mayor complejidad llegó a ser México-Tenochtitlan (Carrasco 1996), cuyo ascenso al poder se remonta a una coalición militar establecida en 1428 y conocida como la Triple Alianza, que vinculó a tres estados emergentes: los mexicas, cuya ciudad capital fue México-Tenochtitlan, que sería el centro rector en lo político y en lo militar; los Acolhuas con Texcoco como ciudad primordial, considerado centro cultural por excelencia; y Tlacopan, un centro secesionista tepaneca.
Los tres centros habían estado sometidos hasta la fecha mencionada al Imperio Tepaneca con centro en Azcapotzalco, que hasta entonces dominaba el valle de México.
Los mexicas impusieron con astucia su jerarquía sobre sus aliados, y extendieron su dominio hasta las costas del océano Pacífico y del golfo de México.
Adquirieron riqueza y poder a partir de la imposición de un estricto sistema de tributación, de tal manera que, a la llegada de los españoles en los inicios del siglo xvi, su capital era considerada la urbe más importante y magnificente de su época.
La lengua dominante entre los aliados fue el náhuatl, que se convirtió en la “lingua franca” de gran parte de Mesoamérica, utilizada para nombrar la geografía del México antiguo, sustituyendo inclusive las voces de otros ancestrales idiomas.
En cuanto al otro estado indígena, el Imperio Tarasco, conocido también como Purépecha, cuya ciudad principal fue Tzintzuntzan, que al final de su periodo histórico funcionó como su capital política, impuso su dominio militar en una amplia zona que comprendió el centro-norte y occidente de México.
El idioma de este pueblo era el porhe o tarasco, fundamentalmente diferente al náhuatl y que no se vincula con ninguna otra lengua del México antiguo.
La expansión de los mexicas coincidió con el florecimiento de una tradición ideológica de carácter interétnico que vinculó a pueblos que hablaban lenguas e idiomas diferentes. Este lenguaje artístico comunicó historias, deidades y ritos en los que coincidieron ancestrales mitos y tradiciones.