El centro histórico de Campeche
El casco histórico de San Francisco de Campeche, se encuentra la ciudad de San Francisco de Campeche ubicada frente al Golfo de México, y su fundación fue en 1531.
El centro histórico aún conserva mucha arquitectura colonial española, se conforma de 5 barrios tradicionales (San Román, Santa Ana, Santa Lucía, San Francisco y Guadalupe), dos suburbios menores (La Ermita y San José), y el recinto amurallado. Recientemente, algunos de los edificios fueron ya reparados. Es Patrimonio de la Humanidad declarado por la UNESCO desde 1999.
Arquitectura representativa
Catedral; Edificio Cuauhtémoc; Casa Cultural #6; Biblioteca Campeche; Puerta de Mar; Baluarte de la Soledad; Baluarte de Santiago/Jardín Botánico Xmuch’haltun; Baluarte de San Pedro; Baluarte de San Francisco; Puerta de Tierra; Baluarte de San Juan; Baluarte de Santa Rosa; Baluarte de San Carlos; Ex templo de San José; Mansión Carvajal; Teatro Francisco de Paula Toro; Iglesia del Dulce nombre de Jesús; Iglesia de San Francisquito; Casa del Teniente del Rey.
En San Francisco de Campeche, además de la arquitectura civil y religiosa, predomina la arquitectura militar, resultado de la fortificación de la entonces villa contra los ataques piratas, y más tarde, de las invasiones mexicanas y francesas.
Lista de los edificios más representativos tanto religiosos como civiles de las distintas etapas históricas de la arquitectura virreinal, del México independiente y previo a la Revolución Mexicana que pertenecen al cuadro del Centro Histórico de Campeche:
Monumentos históricos civiles
Arquitectura civil campechana.
Teatro Francisco de Paula Toro.
La segunda mitad del siglo XVIII es un parteaguas en la arquitectura civil de Campeche, la piratería iba en extinción y sus pobladores se confían al mundo adoptando nuevas corrientes arquitectónicas y culturales.
Las ventanas se abren de par en par, el comercio fluye con más vigor y sus puertas, de recias maderas de la región, se ensanchan para dar paso a las carretas cargadas de mercancías. Las fachadas se enriquecen y adornan, el barroco hace gala en los frisos, dinteles y portones.
El neoclásico llega para quedarse en cornisas y guardapolvos, las peanas curvas son sinónimo de elegancia y los zaguanes son el preámbulo a los patios rodeados de arcos de medio punto en torno al brocal de un aljibe.
El colofón del siglo XIX es la belle epoque que parecía llegar para quedarse una eternidad, el Art Nouveau y el Art deco transforma todo, las artes y las ciencias; las líneas se transforman en elegantes y complejas curvas con elementos iconográficos de la naturaleza y la tecnología.
Las ventanas llegan hasta el piso y sus enrejados adquieren complejos diseños, las pilastras adosadas adornan hasta los segundos pisos de las ricas casa de los comerciantes y los almohadillados cubren las fachadas; es la época del porfiriato y del modernismo, que dejó su huella en las calles de los nuevos barrios como el de Guadalupe.
Los arcos exteriores se imponen en las ricas mansiones mezclándose de manera proporcionada con las viviendas más modestas techadas de tejas francesas, aportando a la ciudad una armoniosa arquitectura llena de eclecticismo y gracia.